“Sería un crimen perder por una carretera la única platanera que me dejó el volcán. No quiero dinero sino seguir cultivándola»

Pedro Evelio perdió, como tantos palmeros, parte de sus propiedades familiares por la erupción volcánica de 2021 en el Valle de Aridane. Plataneras, un embalse y una vivienda desaparecieron bajo la lava. Ahora su lucha es por evitar que la construcción de la carretera de la costa arrase las plataneras que le quedan en Tazacorte, y es miembro de la Plataforma de Afectados por esta obra en los barrios de Marina, San Borondón y Las Cabezadas

Pedro está a la espera de la decisión definitiva del Gobierno canario sobre el trazado de esta vía, después de que el Ejecutivo regional se aviniera a estudiar una de las alternativas presentada por este colectivo, formado por una veintena de familias pequeñas propietarias de plataneras, pero con el apoyo de más de 32.000 firmas recogidas de manera presencial y por Internet.

“Yo no quiero dar lástima a nadie, mi lástima es lo que se quiere hacer con esta carretera; porque lo demás es recuperable y yo mi familia siempre hemos salido adelante”, explicó en una entrevista con El VALLE cuando se cumplió un año de la erupción.

Pedro Evelio, junto a una colada de la erupción de 2021 en Tazacorte.

A pocos metros de la lava que bajó, como monstruoso torrente de fuego, por el borde sur de la montaña de La Laguna, Pedro se sincera sobre esta carretera ya en construcción tras ser tramitada por procedimiento de emergencia: “No le veo a esta obra ni pies ni cabeza, porque se cargaría nuestros barrios, y para nosotros sería más una presa que una carretera; se cargaría la vida de la gente, y, en mi caso, se llevaría la finca agraria que me queda; no veo la necesidad de seguir estropeando el pueblo”.

Mientras se muestra sobrecogido por las espesas lenguas de roca negra que ahora atraviesa el mar de plataneras de Tazacorte, Pedro se queja de “tanto tiempo con esta incertidumbre, primero los desalojos por la erupción, ahora a la espera de qué pasará con el trazado de esta vía”. Por eso, buscando la palabra adecuada para describir lo que les ocurre, no duda en elegirla: “Estos es un crimen, uno ya está cansado”.

La batalla que él y el resto de la plataforma de afectados está librando ha saltado los límites del Valle de Aridane y ha conseguido apoyos en toda la isla; incluso fuera de La Palma esta causa se ha granjeado simpatía: la defensa del suelo agrario por parte de pequeños propietarios, frente a ese otro volcán que serían las palas y las excavadoras.

La conversación llega a un momento en que Pedro demuda la expresión, se pone aún más serio y emerge una voz enérgica que es a la vez sentimiento y razón: “Yo no quiero que me paguen el terreno, solo quiero seguir con mis plátanos. Mi familia siempre ha vivido de las plataneras y queremos seguir viviendo de eso”.

Sus palabras parecen resonar en el silencio de un paisaje donde solo se escucha el tráfago de palas abriéndose paso a través de las coladas aún calientes del volcán. Una catástrofe que ha modificado no solo el panorama cotidiano que contempla la mirada, sino incluso las mentes: “Nos ha cambiado la vida a muchos palmeros», confiesa Pedro; «incluso la manera de vivir y de pensar; pues antes era trabajar y tenías ilusiones, pero ahora todo es muy diferente”.

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