Rosa y Froilán: «Nos han dejado muertos en vida»

Este matrimonio vivía en La Laguna y la lava se llevó la casa que tenían hipotecada. Sin recursos, se fueron a vivir a Gran Canaria, donde residía el padre de ella, que luego falleció. «Estamos frustrados, tristes; nos han dejado muertos en vida», se lamentan. Para colmo, les han llamado ahora de la Delegación del Gobierno concediéndoles 2.000 euros para arreglar su casa, cuando esta la destruyó el volcán.

EL VALLE

Rosa María Morales García y su marido, Froilán Lorenzo Herrera, lo perdieron todo en la erupción volcánica. Quieren no perder la esperanza, pero se le ha puesto todo muy cuesta arriba.

El volcán se llevó su casa en La Laguna, que habían reformado gracias a hipotecarla, un suceso que les sorprendió cuando ellos estaban en Gran Canaria, en casa del padre de Rosa, y en paro. A día de hoy siguen en Gran Canaria, no saben nada de los 60.000 euros que el Estado dará a las personas que perdieron su única vivienda y se encuentran con que deberán pagar la hipoteca que tienen con La Caixa.

En el libro Las otras historias del volcán cuentan su testimonio, y explican cómo Rosa, de 46 años en la actualidad, llegó a La Palma desde Gran Canaria en 2003 cuando compró la casa de sus abuelos maternos en La Laguna. Se tuvo que ir a Gran Canaria, donde reside su padre, una semana antes de que erupcionara el volcán y cinco días después su marido viajó también a esa isla. Estando en Gran Canaria, la lava destruyó su casa.

En el libro lo cuenta así:  «No pensamos que llegaría a La Laguna, como todos pensamos que no iba a ocurrir lo que posteriormente vivimos, pero, al estar en paro, no teníamos manera de volver, y me cansé de llamar al Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane para pedir ayuda; mi asistenta social no cogía el teléfono, así que me quedé con lo puesto».

«ESTOY FRUSTRADA Y TRISTE; AL ESTAR FUERA DE LA PALMA ES COMO SI NO FUERA AFECTADA»
Rosa María y Froilán, antes de la erupción volcánica, cuando no habían perdido su sonrisa.

Ahora, en septiembre de 2022, explica, angustiada, a EL VALLE que su situación no se ha resuelto: «Tengo muy pocas ganas ya de nada, me levanto esperando volver a donde no hay nada y me veo atrapada donde estoy, solo tengo a mi marido mis animales y las fotos y una pena dentro; quien me conoce de antes ve que todo en mi cambio, mi cara mi carácter, todo, ya no soy yo. El final mi historia actualizada es muy malo pero es la que hay».

«Estoy frustrada, triste, porque al estar en Gran Canaria es como si no fuera afectada; del Ayuntamiento de Los Llanos me han llamado para darme comida, un año después y no se han enterado que estoy aquí, pero para elecciones sí sabían dónde», se lamenta.

ENCIMA SE EQUIVOCA LA DELEGACIÓN DEL GOBIERNO Y PIENSA QUE SU CASA SIGUE EN PIE

La casa de

Por si no fuera poco su indignación por la falta de ayudas suficientes, 9 meses después de acabada la erupción, y 11 de que su casa fuera destruida por la lava en el barrio de La Laguna, ha recibido una llamada de la Delegación del Gobierno para comunicarle que le pueden 2.000 euros para arreglar su casa, para pintarla, y que entregue un recibo del IBI. Rosa no salía de su asombro, porque su vivienda desapareció engullida por la lava. «Encima me hacen esto, no lo veo normal, no entiendo nada», se lamenta, enfadada Rosa.

Estuvieron un tiempo en La Palma de nuevo, pero retornaron a Gran Canaria preocupados por el estado de salud del padre de Rosa. «Llegamos a Gran Canaria el 21 de diciembre, porque su padre estaba ya malo, tanto ir al médico y no le veían nada, del 24 de diciembre al 6 de enero fuimos a urgencias casi todos los días hasta que el 6 ingresó en un hospital y el 16 de enero murió, cáncer de pulmón con metástasis y nunca le vieron nada».

Así que están siendo meses demasiado duros: «Sin darme tiempo a asimilar lo de mi casa, me llevé otra bofetada de la vida, de septiembre a enero perdí lo que tenía y a quién más quería».

Eso sí, sabe que está viva y que eso es un bien que hay que apreciar, pero reconoce su desesperación: «Soy incapaz de sacar lo que me oprime la garganta y la boca del estómago; para más inri donde estoy recogida, albergada -no sé cómo llamarlo- no hay buena relación, pues encima todo se hace cada vez peor».

LA INDEMNIZACIÓN, SI LLEGA, PARA LA HIPOTECA DE LA CASA PERDIDA

Vista aérea de La Laguna, tras la erupción, donde vivían Rosa María y Froilán. / I LOVE THE WORLD

Su marido consiguió trabajo en la agricultura, en Gran Canaria, «y así vamos tirando».

Con su frágil renta familiar no ha podido hacer frente a todo lo que se le ha venido encima con esta catástrofe. «Fui a la Caixa a ver qué va a pasar con la hipoteca, y nada, tendré que pagar por una piedra, por lo visto, porque como dejé de pagar el seguro porque me hacía falta para vivir; así que no veo voluntad de ayudar, mucha propaganda que es mentira», se queja Rosa.

Confiesa que debido a la delicada situación familiar, tuvo que dejar de pagar los seguros, el de la vivienda, el de la hipoteca, el de vida… Era demasiado dinero y tuvo que elegir entre comer o pagarlos. La mala suerte quiso que los ríos de lava destruyeran el esfuerzo de tantos años de lucha.

Está a la espera de los 60000 euros de compensación que da el Estado a quienes perdieron su única vivienda y no la tenían asegurada. «No entiendo porqué unos cobran y otros no; a mí me dieron un link para la ayuda estatal y siempre que miro está en estudio».

Recibió una ayuda de 12.000 euros para enseres, pero no le permite afrontar el coste de rehacer su proyecto de vida. «Luego veo que Feijóo da 120 000 euros para quienes perdieron su primera vivienda [en los incendios forestales de Galicia], y 60 000 para segundas viviendas, sin tanta paranoia ni tantas historias como con nosotros los afectados por la erupción, que nos han dejado muertos en vida».

Relata que, «con un sentimiento de inutilidad», fue a la empresa Modular Vivendi  a ver si podían comprar una vivienda de madera, prefabricada. «Pero ni a sí: no puedes ponerla donde quieras, y salen un ojo de la cara, y con las supuestas ayudas tampoco me daría para comprarlas». Por otra parte, se encuentra con que «nadie alquila un piso a quien tiene tres perros y un gato, y con mi minusvalía que soy coja en un piso tampoco puedo». Todo parece confabularse en su contra y la única alegría en estos meses es que su marido tiene trabajo, en el campo.

«ME ENTRISTECE LA DIVISIÓN DE LOS AFECTADOS»

Rosa se muestra “agotada por la desidia de todos los gobernantes, del primero al último; solo esperan las elecciones para escurrir el bulto y pasarle el problema a otro, para mentiras y fotos fueron todos a La Palma”. Atrás queda ya su vivienda de 467 metros cuadrados y ahora vive en “un cuarto de 3×4” y su perros “en otro de 2×1”.

Sabe que la lucha individual de los afectados es un callejón sin salida y que la unidad es lo que les daría fuerza: “Me entristece ver la división que han creado los afectados, que tienen que pensar en lo que hacen, porque se ve alguien ha logrado aplicar lo del divide y vencerás;  y eso han echo, dividir”.

En estas horas tristes, lejos de La Palma, pero intentando salir adelante de nuevo en Gran Canaria, evoca las sabias palabras de su padre fallecido, cuando, en plena erupción, le comentaba: “No sientas ahora que está rugiendo, siente cuando se apague, será como la posguerra”. “Cuánta razón tenía el pobre”, concluye Rosi, que vive en esa posguerra que ha dejado esta catástrofe a muchas familias damnificadas.

 

 

 

ACTUALIDAD

spot_img

Te puede interesar