«Volver a las coladas: Todoque existe, por historia y ética»

ARTÍCULO DE OPINION

FRANCISCO PULIDO,
licenciado en Química Orgánica y Pedagogía, y profesor de Secundaria jubilado

El libro La Palma: Una isla de oportunidades. Repensando el futuro a partir de la crisis volcánica merece ser leído. Coordinado por el actual rector de la Universidad de La Laguna (ULL) Francisco García y Carlos Fernández, recoge aportaciones desde casi todas las perspectivas del conocimiento de la realidad palmera y de las opciones de futuro. Quiero destacar el capítulo de Pedro Luis Pérez de Paz, catedrático de Botánica de la ULL.

A partir del nuevo cambio que ha supuesto el volcán Tajogaite, por su impacto en el paisaje y la vida del Valle de Aridane, expresa grandes dudas sobre las posibilidades que este “revulsivo dramático” pueda ayudar a cambiar la dinámica de la isla. De hecho, piensa que la isla padece de un problema crónico, que es “la falta de voluntad política e impulso empresarial para desarrollar los proyectos en coherencia con los recursos naturales”.

«Pretender declarar espacio protegido todas las coladas es inviable»

Pedro Luis considera que, ante la nueva realidad geológica en el Valle, “pretender declarar espacio natural protegido todo el territorio ocupado por el volcán es un deseo inviable”. Compartiendo este argumento, opino, como Pedro Luis, que hay que buscar una solución “intermedia”. Considera, y parece razonable, que la protección se limite al cono eruptivo, hasta el límite por encima de la carretera LP-2.

Vista aérea parcial de la zona destruida por el volcán. / I LOVE THE WORLD

El resto de las coladas, deben ser sometidos a un tratamiento “negociable”, que, en mi opinión, pongan en primer lugar la seguridad jurídica de los propietarios. Otra consideración debe tener la fajana desde el acantilado, que tampoco creo que sea dejarla como están. Pasó con Las Hoyas, y esta nueva fajana no puede ser menos, reconociendo que los nuevos terrenos son del Estado.

Toda esta consideración sobre el futuro de las coladas parte también de una reflexión de lo que entendemos por paisaje. De repente, no hay Todoque, ni Camino Pampillo, ni Los Campitos, ni El Paraíso… El cambio del paisaje ha sido brusco. De repente todo esto no existe, ocupado por basalto y escorias. Aunque quizás, no es así como debemos entenderlo. En cierto modo, Todoque existe.

Qué entendemos por ‘paisaje’

Vista parcial de la zona afectada por la erupción. / I LOVE THE WORLD

Javier Barbadillo, naturalista especializado en flora e interpretación del paisaje, que tiene una sección fija en la revista especializada en observación, estudio y defensa de la naturaleza Quercus, denominada “De Paisaje… en Paisaje”, siempre les pide a sus lectores que le envíen su definición de paisaje. En una de las últimas publicaciones, un lector ponía la siguiente definición: Paisaje es la mezcla de naturaleza y cultura, que se percibe a través de los sentidos. Barbadillo añadía que, de manera breve y bien estructurada, se trata de una definición que incorpora las dimensiones sensitiva, psíquica, ambiental y cultural que componen el fenómeno paisajístico. Este concepto es el que yo defiendo para entender y comprender el nuevo paisaje que ha dejado el volcán Tajogaite.

Como se puede apreciar, definir paisaje no es una cuestión unívoca. De hecho, siempre hay una percepción subjetiva del concepto y de la realidad. En uno de mis artículos, en los que hacía una valoración y defensa del sentido que debía tener “volver a las coladas”, argumentaba el significado de ese paisaje que ahora vemos, cubierto por las coladas de lava del Tajogaite. La realidad nos muestra doce kilómetros cuadrados de basalto, escorias y piroclastos. Pero como bien lo ha sabido expresar Barbadillo, en ese paisaje tenemos que apreciar múltiples dimensiones, que dan mucho valor a lo oculto y vivido, un patrimonio de siglos antropizado y habitado.

Vista del cráter del volcán, y, al fondo, la zona de La Laguna. / I LOVE THE WORLD

El volcán ha cambiado bruscamente el paisaje de Todoque y todos los caminos. Las administraciones, en general, quieren ser los protagonistas de lo que han denominado “reconstrucción”. Los decretos, ahora aparcados y en el olvido de las nuevas Administraciones, eran la obra maestra que nos ofrecían para el futuro del Valle. El tiempo también se mueve rápido y en contra de las personas afectadas, que permanecen en un limbo.

Con palabras o con hechos, y silencios cómplices, sus planes de futuro pretenden decantarse por dar prioridad a las coladas, la roca que durante 85 días vomitó el volcán. Mientras, el tiempo asfixia y, en silencio, aparta vidas. Las voluntades de tantas personas afectadas y damnificadas son frágiles. Ya no saben qué hacer, ni dónde acudir, porque faltan fuerzas. Y otros callan, porque el dolor permanece.

«Tantas horas de ‘Revivir el Valle’, para que ahora el Valle languidezca»

Aunque ya no lo repiten tanto, y porque parece que ya no quedan medallas, las Administraciones, desde el Estado hasta ayuntamientos, siempre caen en la retórica de que lo han hecho estupendamente. Que ya han dado mucho dinero. Ayudas, subvenciones, exenciones fiscales, incentivos, planes de empleo…. Y que fueron rápidas dando las donaciones a miles de personas.

Por desgracia, apenas se les ha oído hablar del valor que los sentimientos, las emociones y los pensamientos de las personas afectadas cuentan. Tantas horas de “Revivir el Valle”, para que el valle languidezca. Yo preguntaría sinceramente, cuántas de las personas que perdieron su patrimonio bajo las coladas se han visto correspondidas con sus peticiones.

FOTO: I LOVE THE WORLD

Es necesario poner en valor todo el significado que deben tener las personas y sus vidas. Volver, es una expresión con un valor mucho más que físico. Volver es mucho más que una reconstrucción. Volver, como el paisaje que ha habitado bajo esas coladas, tiene múltiples dimensiones.

Bajo las coladas, y sobre esas coladas, hay que poner en valor a sus propietarios, sus emociones y sus pensamientos. Poner en valor la necesidad de las reparaciones morales que también deben tener todas las personas afectadas. Porque volver a las coladas es una cuestión de historia y ética. Con el inmenso valor que hay que dar a la historia y la ética, es necesario hablar de las personas. Y la historia la han hecho personas.

El precedente de Timanfaya

La Geria (Lanzarote) / HOLA ISLAS CANARIAS

La historia del vulcanismo canario nos tiene mucho que enseñar. Y mucho de la que aprender. No cabe duda de que la llamada erupción volcánica de Timanfaya, que duró más de cinco años, ha sido la más agresiva en Canarias, por tiempo, ocupación de tierras y materiales expulsados. Las lavas y piroclastos cubrieron más de 200 km2.

La isla de Lanzarote estaba habitada por unas 6.000 personas. Se ha estimado que en torno al 60% de la isla emigró. No en vano, unas 26 aldeas se vieron total o parcialmente afectadas, como Chimanfaya o Mancha Blanca. Muchos de esos pueblos sepultados acogían un sector especialmente activo en la economía de la Isla.

En aquellos años, volver a las coladas era impensable. Lanzarote cambió mucho. Gran parte de la población emigró, pero también otros se quedaron. Se reorganizaron dentro de los límites insulares poblados como Mancha Blanca, que se refundó; o La Geria, que se reconstruyó, u otros que aparecieron de nuevo, como Tías.

Como el Tajogaite, Timanfaya dejó debajo de la lava muchos elementos patrimoniales, viviendas, granjas, ermitas, varias capillas… Fue un volcán maldito que incluso se recuerda con la conocida leyenda del diablo, símbolo hoy de Timanfaya. Pero el paisaje nuevo que creó el volcán, con los años, ha sufrido una continua transformación. El descubrimiento de los beneficios de las cenizas, el rofe como lo conocen en Lanzarote, generó nuevos aprovechamientos agrícolas, como La Geria. Pasaron muchos años. Más de 250 años después, Lanzarote descubre que el volcán es belleza y originalidad. Hay que recordar también que Timanfaya no causó ninguna víctima directa, salvo un niño.

«…Pero Tajogaite no es Timanfaya, ni La Palma Lanzarote»

Hoy, las administraciones quieren convencer a los palmeros afectados que la mejor salida para la recuperación económica es la opción del Geoparque, con la complicidad de técnicos del IGME y otros organismos. La salvaguarda de las coladas como las escupió el volcán, e incluso dejar algunas viviendas tal cual. Para buscar salida a tantas fincas afectadas plantean una concentración parcelaria, ahora dormida en un cajón. Esto último es a lo más que están abiertos con relación a la recuperación de las fincas, algo que no convence a muchos agricultores.

Sin embargo, Tajogaite no es Timanfaya, ni La Palma es Lanzarote, ni estamos en 1735. Estamos, si caben comparaciones históricas, en una situación más similar a lo que pasó con el volcán de Arafo o Güimar, como también se le conoce, o el volcán de Garachico o Arenas Negras. Sin olvidarnos, evidentemente, de la recuperación tras el volcán de San Juan o Teneguía.

«Cambio de gobiernos y actitudes, pero aún no de hechos»

Desde el minuto uno de la erupción, las Administraciones nos han estado engañando. Para ello la hemeroteca tiene bien grabada esa frase del presidente del Gobierno de Canarias: “las coladas no se protegerán”. Y desde entonces, la hipocresía y la neurología del poder han estado marcando nuestras vidas hacia sus objetivos. Ha habido elecciones y cambio en las Administraciones del Gobierno canario y el Cabildo insular. El cambio, de momento, se ha traducido en palabras y en actitudes diferentes. Aún estamos esperando los hechos y las acciones.

En cualquier caso, el mayor potencial de futuro hay que encontrarlo en la propia gente. Mi convencimiento es que hay que dar toda la confianza a las personas. Empoderamiento, que es fundamental, pero también se necesitan recursos y medios que den significado y respuestas a las necesidades de las personas. No queremos que nos den el pescado, sino que nos enseñen a pescar.

Vista parcial de la zona destruida por la erupción. / I LOVE THE WORLD

Volver es posible, científica y políticamente. Los políticos de la anterior legislatura se empeñaban una y otra vez en manifestar que las coladas están aún calientes. Peor era escuchar esta afirmación en boca de los técnicos de GESPLAN. Como decía un amigo, “si me dices que ni en veinte años no puedo hacer nada en mi terreno, lo que haces es hundirme más”. Y los técnicos, esos expertos vulcanólogos y espeleólogos, no se ruborizan cuando muestran un interés infinito por proteger las coladas ignorando quienes son sus propietarios.

El uso interesado y torcido de la ciencia es muy peligroso, como nos pasó en ciertas decisiones cuando la pandemia. Sobre el hecho de si las coladas están o no aún calientes no hay evidencias científicas que argumenten que no se pueda construir. La historia y la realidad es otra. Como lo hicieron los dueños del Ristorante La Cantoniera, cerca del refugio Sapienza, en el Etna, Sicilia. En dos años reconstruyeron un restaurante aún mayor sobre 50 m de coladas que todavía estaban calientes.

En la Palma es innegable que hay zonas donde las coladas presentan una altura destacable. Y zonas identificables aún con temperaturas altas. Pero a pesar de esto, la Administración nunca puede hipotecar ni estas coladas ni ninguna, porque se trata de patrimonio que tienen sus legítimos dueños, según el Registro de la Propiedad y el Catastro. La forma en que se ha gestionado la no intervención en las coladas, amparadas en decretos que, en mi opinión, no tienen base jurídica ni constitucional, ha puesto al límite la ansiedad de muchos propietarios. Se han tomado decisiones arbitrarias, como pedirles a los propios afectados que aportaran evidencias de las temperaturas de las coladas.

«Volver a las coladas es posible: como en Arafo en 1705»

La historia nos enseña que volver a las coladas es posible, porque la historia lo atestigua. El volcán de Arafo o montaña de Las Arenas, cuya erupción tuvo lugar en 1705, nos ayuda a entender qué debemos hacer con las coladas. Fue la tercera erupción surgida de una amplia fisura, después de Tres Fuentes y Fasnia, con una duración de casi dos meses. Amenazó seriamente los pueblos de Arafo y Güimar, aunque una colada discurrió por el barranco de Amador.

Los araferos tuvieron que huir, según las crónicas, en su mayoría a Candelaria. Las coladas afectaron, no obstante, a viviendas, pero sobre todo al rico suelo agrícola de Arafo, y a numerosas fuentes de agua. En cualquier caso, la devastación patrimonial no es comparable a la que hizo Tajogaite, por la existencia de mucha menos población. Curiosamente, se contabilizaron 16 muertes, pero todas ellas como consecuencia de los seísmos. De hecho, el volcán provocó un auténtico pánico en el Valle de Güimar e incluso en La Orotava.

Una vez finalizado la erupción del volcán de Arafo, los vecinos desplazaron el casco urbano más al norte, levantando sus casas en torno a la ermita de San Juan Degollado, Ya en 1779 la mayor parte de la población  se aglutinaba en el “camino que va a la Iglesia”. Hoy también hay barrios asentados sobre las coladas, como Topo Negro y el barrio de San Francisco Javier. Aunque la lava aisló los pueblos de Güímar y Arafo, lograron con esfuerzo abrir a través del nuevo malpaís un estrecho camino que comunicase ambas localidades, que aún se recuerda como el “camino viejo de Arafo”.

En los años veinte del siglo XX se hicieron algunas plantaciones de pinos en las coladas del volcán, que hoy en día se pueden contemplar. Y precisamente, a lo largo de este siglo, se fue produciendo de manera más significativa la ocupación de las coladas, creando nuevos núcleos de población como terrenos de cultivo. Así surgió el barrio El Volcán, hoy convertido en el barrio El Carmen.

Se fueron estableciendo viviendas autoprotegidas y de autoconstrucción, debido a la prosperidad del valle, que demandaba masa de jornaleros y peones. Muchos vinieron del Sur o de islas como Lanzarote, Fuerteventura o La Gomera. Luego, surgirían los barrios de Fátima, San José Artesano, Añaterve… Todo esto nos lo recuerda el cronista oficial de Arafo y Güimar, Octavio Rodríguez Delgado, añadiendo que, “todos los asentamientos se fueron consolidando gracias al afán de superación de sus habitantes, que allí nacen, crecen, se reproducen y mueren, haciendo historia con sus vidas y cooperando en la construcción.”

Conocer la historia de nuestros volcanes debe ser una necesidad fundamental para conocer nuestro presente y futuro. Porque esa historia no son solo acontecimientos o los hechos. Es parte de lo que ha sido y es nuestra identidad de vivir en islas volcánicas. Del volcán de Arafo aprendemos la importancia del esfuerzo humano por reconstruir sus vidas. Y en cierto modo, también nos los enseña el volcán de Garachico o de Arenas Negras, acontecido poco más de un año después, el 5 de mayo de 1706, y que finalizó el 13 de junio. La erupción de Garachico ha sido el fenómeno volcánico histórico de mayor impacto socioeconómico de Tenerife, al destruir un puerto de enorme importancia, y parte de la ciudad.

Garachico: otro ejemplo de reconstrucción tras la erupción de 1706

El volcán de Garachico fue de baja peligrosidad, pero fue un desastre, como lo ha sido Tajogaite. Afectó a un 75% de la población del pueblo. Además, el avance de las coladas por el acantilado significó la desaparición de un importante número de fuentes y manantiales, fundamentales para el abastecimiento y el puerto. Los efectos catastróficos también supusieron la desaparición de los mejores campos de cultivo. El impacto sobre la ciudad aumentó al producirse incendios. Solo el barrio de Los Reyes no sufrió daños. No hubo víctimas mortales, aunque se perdieron joyas arquitectónicas. Sin embargo, hoy en día, la ciudad sigue asentada, en parte de las coladas, y es visita obligada para los turistas.

Timanfaya, Arafo o Garachico nos enseñan como vivimos sobre volcanes, coladas y malpaíses. En La Palma los volcanes del siglo pasado, San Juan y Teneguía, también nos han enseñado que se puede intervenir en las coladas, sobre todo, sorribando y creando nuevas tierras de cultivo. Son hechos que hay que poner en valor también.

Los volcanes en otros países: el caso del Etna

Sin embargo, no solo ocurre en Canarias. Quiero ahora dedicar más atención a otros volcanes, fuera de las islas. Principalmente, lo que ha significado y significa el volcán Etna, del que se conocen erupciones desde 1.500 años a.C. No se concibe la vida en el este de Sicilia sin Etna; “A muntagna”, como lo conocen los sicilianos.

Se han registrado más de 200 grandes erupciones del Etna. Ya en 693 A.C. una erupción destruyó la antigua Catania. Y en 1381 también llegó a Catania, destruyendo el puerto histórico. Pero también hay muchas erupciones que han afectado a los pueblos circundantes al Etna. Sobre todo, la eurpción de 1669, una de las más desastrosas y espectaculares. Tuvo una duración de casi cuatro meses, destruyendo los pueblos de Nicolosi, Belpasso, *, Mascalucia, Camporotondo, S. Giovanni Galermo, S. Pietro Clarenza.

Y un mes y un día después, la lava llegó al oeste de Catania, superando murallas y cubriendo canales, entrando en el mar 2.000 m. Catania quedó despoblada, de los 20.000 habitantes solo quedaron 3.000, los demás buscaron refugio en otros lugares. Colectivamente, la lava envolvió las casas de más de 27.000 personas.

Uno de los hechos más sorprendentes sucedió cuando una colada de lava penetró en el jardín del monasterio benedictino, rodeando el convento por los lados norte y oeste, pero sin afectarlo. Fue un hecho que pude ver con mis ojos. La colada de 12 m no derribó los muros. Hoy se pueden ver desde dentro, en lo que fueron ventanas del monasterio, hoy en día, sede de la Universidad. No derribó el monasterio. Y actualmente, es un edificio mayor, al hacerse una ampliación construyendo sobre las nuevas coladas. Hoy Catania tiene 340.000 habitantes, en la comarca más de 780.000 y en la llamada ciudad metropolitana, 1.200.000 habitantes.

Las coladas del Etna han golpeado núcleos habitados y/o zonas cultivadas hasta nuestros días. El 6 de noviembre de 1928, la ciudad de Mascali, muy cerca del mar, fue enterrada en su totalidad por una colada del volcán, de una boca a apenas 1150 m sobre el nivel del mar. Inmediatamente después del desastre el gobierno fascista de Mussolini inició los trabajos de reconstrucción. Sin embargo, se decidió trasladar la nueva ciudad río abajo, cerca de la carretera estatal que une Messina con Catania.

Se utilizó un sistema de planificación urbana que identificó los ejes viarios en primer lugar. Las primeras obras fueron el acueducto, el cementerio, el ayuntamiento, las escuelas, la iglesia. Al mismo tiempo, se dispuso la construcción de un primer núcleo de viviendas, todavía hoy habitadas, para familias más necesitadas.

Un dato relevante, a pesar de tratarse de un régimen fascista, es que el Estado atendió los criterios de construcción de los particulares, cumpliendo con determinadas normas de seguridad y antisísmicas. En nueve años, la ciudad estaba prácticamente reconstruida.

Más reciente, entre 1991 y 1993, las coladas del Etna dejaron un panorama de desolación. El llamado “Val Calanna”, un valle donde había árboles frutales y fuentes de agua hoy es una extensión de lava, de muchos metros de espesor. Las coladas de lava bajaron por el Salto della Giumenta, sobre el valle. Ante el riesgo de que llegaran al pueblo de Zafferana, decenas de camiones y excavadoras comenzaron a construir un terraplén de 21 metros de altura por una longitud de 234 metros. Esta muralla logró contener las coladas un mes, pero finalmente la desbordaron.

Incluso, se llegó a dinamitar tubos volcánicos, con más éxito, que lograron desviar las coladas. Finalmente, Zaffarena no fue afectada. Hay que recordar, a diferencia del Etna, que nunca se planteó actuar sobre el régimen de coladas del volcán Tajogaite, aunque se llegó a comentar en los medios. Es una cuestión que queda ahora para el debate y el análisis, si se debió plantear esta opción.

La erupción de volcán Foco en Cabo Verde (2014)

Podría mencionar otros volcanes, como Fogo, en Cabo Verde, en 2014. Después de que la erupción arrasara cultivos y núcleos de población, como Portela y Bangaeira, Sin embargo, esto no desaminaron a sus habitantes, que en una gran parte han vuelto a las zonas afectadas. Incluso, se reconstruyó un hotel sobre coladas.

Hawaii: un modelo de reconstrucción

O también en la isla grande de Hawaii, está la experiencia del volcán Kilauea. Junto al Mauna Loa, son dos volcanes altamente activos. Kilauea, entre 2008 y 2018, tuvo el cráter formando un gran lago de lava activo. Se puede afirmar de hecho que, de manera continua, Kilauea estuvo en erupción entre enero de 1983 y abril de 2018, causando daños materiales considerables, incluida la destrucción de las ciudades de Kalapana y Kaimū junto con la famosa playa de arena negra de la comunidad, en 1990.

Desde abril a septiembre de 2018, las lavas de Kilauea afectaron significativamente el distrito de Puna inferior, brotando lava desde dos docenas de respiraderos. La erupción destruyó el lago natural de agua dulce más grande de Hawaii, cubrió partes sustanciales de varias zonas residenciales, afectando a comunidades enteras. La lava también se adentró en el mar más de un kilómetro. Destruyó más de 700 casas y ocupó 200 km2 de superficie. Sin embargo, podemos considerar la recuperación como un modelo que se podría haber adoptado muy bien para La Palma. Un proceso aun abierto, como es evidente.

Casas dentro de lavas recientes en Hawaii

Entre las medidas de recuperación, muchos propietarios afectados por Kilauea pudieron acceder al Programa de Compra Voluntaria de Vivienda. El condado, con fondos federales, adquiría viviendas, dañadas por el volcán, ya sea por inundación o aislamiento, o por efectos secundarios de la actividad volcánica. Las ofertas de compra se basan en el valor del mercado anterior a la erupción, con un límite de 230.000 dólares.

Las infraestructuras se van recuperando poco a poco, que la ciudadanía puede ver en un mapa interactivo. Los afectados se reúnen trimestralmente organizados en torno a cinco categorías de resiliencia de cara a la recuperación: social, cultural, económica, entorno natural y entorno construido. Incluso, se han vuelto a construir viviendas sobre coladas, en Kalapana.

«…Y en el Valle de Aridane, aún abierta la incertidumbre de la reconstrucción»

En el Valle de Aridane sigue abierta la incertidumbre de la reconstrucción. Los decretos, que eufemísticamente denominan de recuperación de la “normalidad” agraria y residencial, respectivamente, ahora duermen en un cajón esperando las decisiones del nuevo Gobierno canario; en especial, de la consejera Nieves Lady Barreto, a quien le han asignado dicha responsabilidad.

Por suerte, no han quedado en manos del consejero de Transición Ecológica, Mariano Hernández Zapata. El cambio de gobierno, en verano, ha coincidido con catástrofes como los incendios de La Palma y Tenerife, que han aparcado tanto el debate como las certezas que necesita la población afectada.

«Todoque sigue vivo para sus vecinos»

Poniendo en valor la historia y la ética, es necesario crear un marco que haga posible que Volver sea una realidad, atendiendo a la multiplicidad de situaciones personales. En este marco, es innegable que Todoque existe.  El Todoque que yo conocí desde niño es muy diferente al Todoque que inundó de lava el volcán. Como será distinto el Todoque del futuro. Como Catania, la ciudad que se fundó sobre roca basáltica, y que se refundó sobre roca basáltica, y que vive sobre roca basáltica, también lo hará Todoque. Catania, fundada por griegos, cuyo nombre Katane, significa “rayadura», por asociación con el áspero y rocoso suelo del territorio lávico del que surge.

Todoque existe. Ese barrio ahora sepultado de lava está vivo en sus vecinos, en sus vidas. Todoque, una denominación que algunos autores interpretan como la expresión aborigen de “ascenso” o “colina”. La Montaña de Tres Picos, menos esbelta que antes, existe.

Carretera Las Norias-La Laguna a través de las coladas de la erupción de 2021. / I LOVE THE WORLD

Todoque existe antes de la conquista, como parte del cantón aborigen de Tihuya. Luego, se convierte en tierra comunal, con la conquista de la isla, siendo sus primeros habitantes muchos de ellos descendientes de aborígenes palmeros. En 1847 José María Wangüemert realizó una descripción del “pago de Todoque”: 72 vecinos; 286 almas, 138 varones y 148 mujeres, y 95 casas dispersas.

Todoque cambió. El censo ya de 2020 mencionaba a 1301 habitantes. En 1984 se termina la construcción de la iglesia de San Pío X, financiada y construida por los propios vecinos. La voluntad de sus residentes, ahora exiliados por un volcán, tiene la primera palabra. Las administraciones solo tienen que poner los recursos y todos los medios para volver.

 

 

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