Amílcar Cabrera, ingeniero y jefe de las labores de la reconstrucción en el Cabildo de La Palma, afirma, en un documental por el primer aniversario del volcán, que «el palmero tiene un defecto de fábrica: exagera o se toma a la ligera», lo que le lleva a concluir que estuvo bien no haber avisado mucho antes del riesgo de erupción
EL VALLE
Una de las grandes preguntas que se hace la población afectada por la catástrofe volcánica es por qué no se dejó claro a quienes viven en la mitad sur de La Palma con mayor antelación de los claros indicios de que se aproximaba un fenómeno de este tipo.
Y lo cierto es que se llegó al extremo de no haber evacuación preventiva, sino que los vecinos más cercanos al lugar en que comenzó el proceso eruptivo tuvieron que salir con lo puesto, y perder todos sus enseres, cuando ya la tierra se había abierto de par en par en la zona de Cabeza de Vaca y comenzó a lanzar a borbotones lava y piroclastos.
Entre las entrevistas que se han publicado en las últimas semanas con ocasión del primer aniversario de la erupción hay unas declaraciones que han llamado la atención de la población damnificada. Se trata de Amílcar Cabrera ingeniero del área de Infraestructuras del Cabildo y director técnico de los trabajos de reconstrucción de servicios esenciales tras este desastre natural.
Al ser preguntado en el documental La Palma, el último volcán, acerca de por qué no se dio aviso antes a la población, su respuesta ha causado sorpresa: «¿Haber avisado con anterioridad hubiera sido prudente? Nos hubieran llamado, seguramente, alarmistas».
Y a renglón seguido el técnico del Cabildo explicó el motivo de su conjetura: «El palmero tiene un defecto de fábrica que siempre o exagera o poco más que nos lo tomamos a la ligera».
Esta apreciación sobre la psicología de los palmeros le lleva, por tanto, a concluir que si se hubiera advertido de que la erupción era «un riesgo inminente», la gente habría comentado que «para qué dijo que era inminente, para qué nos avisaron un mes antes si aquí no pasa nada».
