«Nos tratan como a un rebaño, y queremos saber ya la verdad sobre qué pasará con nuestros terrenos junto al volcán»

Laura Camacho es una de las propietarias del suelo de la zona cero de la erupción volcánica en Cumbre Vieja, y, como otras personas en esta situación, tienen prohibido llegar a sus propiedades. Ella y su familia se sienten extrañas en su propia tierra, pues por ahora no se ha contado con ellos para planificar el futuro de esa zona y no sabe qué les aguarda: si la expropiación, si no poder usar nunca más ese lugar,  si podrán obtener parte de los beneficios del geoturismo que se avecina.

Esta palmera, a la que EL VALLE entrevistó en noviembre junto a otros afectados en igual situación, explica que ella representa a una familia que heredó de su padre unos viñedos de casi 10.000 metros cuadrados y otra finca en las inmediaciones del volcán: “No he podido volver a ese lugar; las únicas explicaciones es que hay gases y se puede hundir el terreno, adonde no he podido volver, pero por personas de Gesplan y nunca nada por escrito”.

Laura deja claro que comprende la nueva realidad y que el paraje construido por el volcán sobre su propiedad forme parte de un paisaje visitado por el turismo, pero pide que “no se deje de lado” a los propietarios, que reciban una compensación justa, tanto si hay quien prefiere la explotación como mantener sus propiedad y llegar a otro tipo de acuerdo económico. “Queremos saber la verdad ya sobre lo que está previsto”, reclama Laura.

Confiesa que tuvo la suerte de no perder su casa, pero que esta catástrofe le ha dejado “una profunda tristeza”  por todo lo que ha destruido y por tanta gente que sí perdió su vivienda, su trabajo, sus empresas y sus explotaciones agrarias.

Y, desde luego, incide en que se ha sentido “olvidada por las autoridades” porque no se les toma en cuenta. “Nos tratan como si fuéramos un rebaño pero somos adultos, que nos digan la verdad”, se queja, con vehemencia.

Su historia es la de  un grupo de familias propietarias de suelo en el entorno del volcán y a las que la lava no se llevó sus casas y sus fincas agrarias, sino que las sepultó la ceniza, pero que se encontraron como de la noche a la mañana se pusieron unas señales de prohibido el paso, una barrera, unas cintas de precintado y una caseta de información al turismo y no les han dejado pasar ni siquiera acompañada por técnicos.

Dentro de unas semanas está previsto que el Gobierno canario publique los decretos con el nuevo marco de la planificación territorial de la zona, y tal vez entonces se empiece a clarificar qué pasará con estos terrenos. Pero para sus propietarios, como ha reflejado EL VALLE en otras informaciones, haberlos dejado al margen hasta ahora sin contar con ellos ha sido incomprensible y, por lo que se deduce de sus testimonios, hasta innecesario.

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