«Las personas que perdimos por el volcán segundas viviendas nos hemos sentido excluidas e invisibles»

Juana Ordórica Gòmez, palmera residente en Tenerife, perdió una casa y una finca aguacateros en La Laguna (Los Llanos de Aridane), una propiedad que heredó de su padre y que fue fruto de muchos esfuerzos familiares, y ahora lucha por que se les dé ayudas a las familias que están en esta situación para mantener su arraigo en La Palma.

El volcán arrasó sin piedad más de 3.000 construcciones, de las que más de 1.400 eran viviendas y 369 hectáreas de cultivos en producción. Juana Odórica Gómez, de 58 años, es una de las miles de personas damnificadas: perdió una segunda vivienda y una finca de aguacateros, en unos 2.800 metros cuadrados en el barrio llanense de La Laguna. Todo está ahora cubierto por una gruesa y negra capa de lava, como una loza que pesa mucho sobre la esperanza, pero ella y su familia (está casada y con tres hijos) no se quieren rendir y lucha por sus derechos.

«VALBUENA Y ZAPATA ME RECONOCIERON QUE NUESTRA SITUACIÓN ES INJUSTA»

Zona destruida por el volcán en La Laguna. / I LOVE THE WORLD

Juana, que es palmera de nacimiento y de crianza, pero vive en Tenerife como tantos palmeros que tuvieron que emigrar por falta de oportunidades en su isla, confiesa que ha esperado un año para empezar a reivindicar públicamente el derecho de quienes tenían segundas viviendas a ser ayudados y tenidos en cuenta. Esperó tanto tiempo, aclara, «como gesto de apoyo a quienes perdieron la única vivienda que tenían» y que ella comprende que han sido la prioridad de las Administraciones públicas.

Pero a ella asistió a las reuniones del proyecto de participación ciudadana Revivir El Valle, puesto en marcha por el Gobierno regional para conocer la opinión de los afectados con el fin de preparar la reconstrucción, unos encuentros donde, afirma, era la única que participaba en esos talleres que lo hacía por haber perdido segunda residencia.

En una de esas sesiones, según explica Juana, el consejero de Transición Ecológica, Lucha contra el Cambio Climático y Política Territorial del Gobierno canario, José Antonio Valbuena, le dio la razón en que no le parecía justo que no tuvieran ayudas las personas que perdieron segundas viviendas. Y en igual marco, el presidente del Cabildo palmero, Mariano Hernández Zapata, le dijo lo mismo.

UNA ASOCIACIÓN VECINAL Y UNA DECLARACIÓN DEL PARLAMENTO ABREN LA ESPERANZA

Juana Ordórica Gómez, durante la entrevista.

«Las familias que perdimos segundas viviendas es como si no hubiéramos existido, hemos sido invisibles durante un año», se lamenta Juana, que ha tenido que vivir en los últimos años varios golpes de la vida: el fallecimiento de su madre en 2021, la destrucción de la propiedad familiar por el volcán y un problema de salud que le dificulta caminar.

Desde hace tiempo intenta localizar a personas en su situación, para formar un frente común. Y en las últimas semanas ha visto una cierta luz de esperanza. Primero, porque la presidenta de la asociación de vecinos de Las Manchas, Jennifer Sánchez, ha reivindicado que el Gobierno canario debía recabar la opinión de quienes perdieron segundas residencias, para que también puedan participar en la definición de los nuevos suelos urbanizables. Y, segundo, porque el Parlamento canario aprobó una proposición no de ley por unanimidad en la que, entre otros acuerdos, figura el de estudiar la posibilidad, jurídica y económicamente, antes de finalizar el año, de ayudar a los afectados que hayan perdido las segundas viviendas.

«Al fin se acuerdan de nosotros, pero sé que tenemos que luchar para poder volver a tener una vivienda y cultivar en La Palma, porque son mis raíces y adonde queremos seguir yendo porque nos sentimos palmeros», afirma Juana. Su planteamiento es que una parte de la población damnificaba residía fuera de La Palma pero pasaba temporadas en la isla en segundas residencias, y pagaban sus impuestos municipales y tenían cultivos, contribuyendo a la economía insular.

«Muchas personas nos fuimos por motivos laborales, para buscarnos un futuro profesional, pero nuestro corazón ha estado siempre en La Palma», comenta Juana.

EL RECUERDO EMOCIONADO DE UN PADRE

Vista del cráter del volcán, y, al fondo, la zona de La Laguna. / I LOVE THE WORLD

Ella nació en Tazacorte. Sus padres empezaron de cero, como muchos palmeros de su época: su madre se dedicó a la agricultura y su padre era pescador con un barco de remo y ella recuerda cómo salía a pescar a la luz de la luna.

Como tantos canarios, su padre hizo las Américas en busca de un provenir que en su tierra se le negaba. En Venezuela trabajó 10 años, y allí tuvo un restaurante y enviaba dinero a su familia en La Palma. Regresó de allende el Atlántico a principios de los años 60 del pasado siglo.

Con el dinero ganado en Venezuela compró un terreno en La Laguna, en el camino Los Pedregales. Una finca rústica de 2.800 metros cuadrados que él mismo se encargaría de sorribar, transformando lavas antiguas. Evoca su hija cómo su pare subía por la Cuesta Zapata de madrugada para ir a preparar los terrenos que había comprado. La ilusión de su padre era tener allÍ plataneras y una casa, que terminaría de construir Juana.

«VIVIMOS UN LUTO, PORQUE ES LA MUERTE DE UN LUGAR QUERIDO»

Juana Ordórica Gómez, durante la entrevista.

Su madre falleció el 28 de abril de 2021, un hecho luctuoso que parecía preparara Juana para sufrir otros avatares negativos en su vida. «La naturaleza me ha dejado una herida, es otro duelo, otra muerte, la de nuestra propiedad, ver morir el fruto de tantos años de trabajo de mi familia», se lamenta. En realidad cada casa, cada huerta, que se llevó el volcán, había una historia larga de contar. Bajo el manto del nuevo malpaís quedó el producto de muchos esfuerzos y también muchos sueños quedaron sepultados.

Juana se trasladó en su juventud a Tenerife a estudiar Comercio Exterior y Finanzas, en el Instituto Politécnico de Ofra y ha trabajado toda la vida de administrativa en el Servicio Canario de Salud.  Tuvo que hacer su vida fuera de La Palma, pero pagaba sus impuestos en el Valle de Aridane por sus propiedades y pasaba todas las temporadas que podía allí.

VOLVER A TENER UN SUELO DONDE CONSTRUIR Y CULTIVAR, EL OBJETIVO

Entre el 14 y el 15 de octubre la lava destruyó esa casa y los aguacateros que ya empezaban a dar sus frutos. Albergaba además un estanque de 300 pipas.

Allí sus hijos y su marido se sentían felices, y ella se recorría toda La Laguna, donde se conocía a todo el vecindario, incluyendo a sus vecinos extranjeros, como una anciana escocesa de 80 años que también perdió su vivienda por la erupción.

Juana tenía asegurada la vivienda dese 2008, pero por un valor muy bajo. Su marido intentó mejorar la póliza pero la compañía aseguradora se lo denegó.

Ella quiere volver a tener un suelo donde construir y un terreno que cultivar, y que las Administraciones públicas adopten medidas e incentivos para que ese proyecto de reconstrucción sea posible. «Quienes se fueron de La Palma pero tenían sus casas para volver en varias temporadas del año tienen el derecho a que se les tenga en cuenta, porque si no nos ayuda es como si no echaran de la isla, como nos estuviera desterrando, desahuciando».

En su batalla, ha pedido cita con el presidente del Gobierno regional, Ángel Víctor Torres con el viceconsejero de Presidencia, Antonio José Olivera Herrera.
Juana no perderá nunca sus raíces palmeras, que las lleva en el corazón con o sin terrenos, pero quiere que sus hijos «se sientan palmeros», como ella. Uno de sus vástagos está tan afectado por la pérdida de la propiedad familiar que no ha querido ir a ver el volcán.

En la mirada de Juana hay un inevitable fondo de tristeza, porque la mente humana no puede asimilar tan pronto la destrucción de todo el esfuerzo de tantos años y también de todo un territorio convertido en un inmenso páramo de roca volcánica. Pero en la mirada de Juana también hay una renovada ilusión, una energía que, como el volcán, parece emerger  de las profundidades de su tierra, de lo más profundo del ser humano, la rebeldía de dejar de ser invisible y de defender sus derechos, el deseo de reconstruirse y de seguir adelante sin renunciar a los sueños de siempre.

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