ARTÍCULO DE OPINIÓN
RICARDO MARTÍN DÍAZ. Geógrafo
Los plataneros del Valle de Aridane son herederos de una rica tradición de sorriba y cultivo. Ahí tenemos el ejemplo reciente del aprovechamiento que se hizo de las corrientes de lava y de la fajana del Volcán de San Juan (1949), creando zonas tan productivas como Las Hoyas, un auténtico vergel al lado del mar.
No hizo falta ningún instrumento legal al efecto, sino el empeño de una generación de trabajadores de la tierra que se había forjado en una y mil batallas: construcción de paredes, de depósitos de agua, colocación de tierras de prestación, instalación de sistemas de riego y un largo etcétera; que nos daría para escribir multitud de historias personales y familiares.
La erupción de 2021 y, sobre todo, la reacción de los gobernantes, parece que nos ha trastocado lo suficiente para perder esa estela, empantanándonos en el tiempo con un polémico borrador de decreto ley de concentración parcelaria, que tiene como telón de fondo la protección e espacios que nadie comprende y la confusa aplicación del principio de compensación para lograr un equilibrio entre las fincas de procedencia y las nuevas fincas que se asignan al propietario.
Nos conminan, por ende, a un largo e incierto proceso, con un borrador que no se ha sometido de entrada a un verdadero proceso de consulta, de participación ciudadana.
Sometidos bajo el yugo de una administración paternalista y sin escrúpulos, alejada de la libertad y estímulo que tuvieron los pioneros, han sido numerosas las reacciones negativas entre los afectados directos. Basta contactar con ellos y cambiar impresiones, para darse cuenta de la difícil situación que atraviesan.
Recuperar la libertad e ilusión de los ancestros se torna necesario, máxime cuando han sido referentes a la hora de no amilanarse nunca, creando siempre maravillas que dieron de comer, y que permitieron dar estudios y progreso a sus hijos. Nadie puede conculcar esos valores, ese patrimonio inmenso que se legó humildemente, con mucho trabajo y esfuerzo.
