El surfero Aarón Rodríguez Infante fue el primer vecino de La Bombilla en rebelarse contra la prohibición de acceder a sus casas por el dióxido de carbono (CO2) tras la erupción del volcán Tajogaite en 2021. Su desafío le acarreó, como a otros de sus vecinos, una denuncia penal por un delito de desobediencia a la autoridad (en este caso la Guardia Civil) que en marzo pasado archivó un Juzgado palmero por falta de pruebas.
«Es un alivio porque esta denuncia era una injusticia, pero aún queda la otra, las multas que nos han impuesto por entrar en nuestros hogares, y que el Gobierno estatal debería condonarnos y devolvernos el dinero», afirma este palmero, quien ha tenido que pagar más de 5.000 euros en sanciones a la Subdelegación del Gobierno en Canarias.
El sobreseimiento de la causa penal quita de encima una loza a estos vecinos, porque para el delito de desobediencia a la autoridad el Código Penal prevé penas de cárcel de entre 3 meses y 6 años.
«No entré a lo loco, nadie quiere más mi vida que yo»

«Yo no entré en La Bombilla porque estuviera loco, pues nadie quiere más mi vida que yo; sino que siempre tuve en mano un medidor de CO2, y siempre ha bastado con airear mi casa para que la concentración de ese gas se normalizara, y eso que la mía era de las pocas casas que tenía niveles más altos», expone este monitor de surf.
Su testimonio, que contó en ese momento en redes sociales, animó a otros vecinos evacuados a retornar a La Bombilla mucho antes de que el Cabildo autorizara el retorno: «Yo sabía que no estaba haciendo mal en entrar, porque era mi casa y no me podían impedir entrar sin una orden judicial, pero es que además tomaba medidas de precaución, con mi medidor, y eso hizo que otras personas fueran perdiendo el miedo».

«No quise ser mártir, pero alguien tenía que dar el primer paso»
Confiesa que no pretendió ser ningún «mártir, pero alguien tenía que dar el primer paso, porque el miedo estaba matando a la gente, llevándonos a todos por el mal camino» pues en La Bombilla, mientras se impedía a los vecinos vivir allí, «entraban los trabajadores de la escollera en construcción, los policías y los de las protectoras de animales, y no les pasaba nada».
El hecho de ser surfero, apunta, «te obliga a vencer el miedo a las olas gigantes, y eso te ayuda a vencerlo en otras situaciones».
«Me he llegado a sentir perseguido»

«Yo estaba en mi casa, los guardias civiles venían, me decían que si no salía me detendrían, pero yo les respondía que no tenían orden de un juez…; así que hacían una llamada y se marchaban; pero luego me pusieron un puñado de multas porque me esperaban en la entrada del barrio y me registraban en busca de infracciones, incluso la de tener el carné de conducir o la ITV caducados por poco tiempo o no llevar cinturón; así que me sentí perseguido», expone este surfero profesional.

Petición al Gobierno estatal para condonar las multas
Ahora su reivindicación es que el Gobierno que preside Pedro Sánchez atienda la petición del abogado Carlos Hugo, que en nombre de decenas de afectados, remitió a la Moncloa un escrito con un amplio dosier en el que reclama la condonación de las multas impuestas a los vecinos de La Bombilla y Puerto Naos.

Ha tenido que pagar 5.000 euros en multas
En este sentido, Aarón Rodríguez se queja de que le hayan cobrado estas sanciones, unos 5.000 euros, a pesar de haberse quedado sin lugar de trabajo ni empleo durante mucho tiempo tras la erupción debido a la desaparición de la playa del Guirre, y sin recibir ayudas económicas públicas por las consecuencias que esta catástrofe ha tenido para él.
Tampoco le ofrecieron una vivienda alternativa, apostilla.

En la actualidad, atestigua, ya no hay restricciones para entrar en La Bombilla y ha podido regresar mucha gente, y otras viviendas se han puesto en alquiler.
Pero asegura que «todo está igual con los gases que cuando nos impedían entrar y nos decían que poner un pie en mi casa era muerte inmediata; pero yo mostré que no era así, y otros vecinos quisieron volver, al ver por mi que el peligro no era tan grave».
Surfero de olas gigantes

Aarón Rodríguez, natural de El Paso, tiene una importante trayectoria como surfero, especializado en olas gigantes. Ha participado en campeonatos internacionales por invitación, como el de la Vaca Gigante en Santander, o Punta Galea, en Vizcaya, puntuable para el circuito mundial.
Y en Nazaré (Portugal) fue el primer canario que acudió, con olas de hasta 30 metros de altura. Perteneció a un equipo profesional de surfistas que buscaban las mayores olas en Canarias. Y es delegado de la Federación Canaria de Surf.

Del lamento por playa costa perdida a la oportunidad de las nuevas fajanas
Aún le apena que la lava arrasara la zona de Los Guirres, «y es como si hubiéramos perdido a alguien que amábamos; porque aquel era un lugar de escape, de salud, ya que no solo iba a surfear, sino a pasear, nadar, acampar, pescar, enamorarse…»
Pero a renglón seguido este enamorado del mar y de la naturaleza en general, defiende que la nueva costa creada por el volcán representa también una oportunidad para los amantes del surf en este litoral: «Entre las fajanas nuevas, al norte, hay unas olas espectaculares, y el lugar podría ser aprovechado para este deporte y para su disfrute de toda la sociedad, pero necesitamos que se permita un acceso», explica Aarón, quien plantea que pueda habilitarse la polémica pista de la fajana, construida por el Cabildo en el anterior mandato y por la cual Costas ha impuesto a esta institución una sanción de 2,1 millones de euros.

«Si no aprovechamos estas olas y esta nueva costa, el surf morirá definitivamente en este lugar y no lo practicarán las nuevas generaciones; pero si somos inteligentes podemos crear economía azul aprovechando la rompiente de las olas que hay en esa costa», reflexiona.

La polémica escollera
Aarón se ha convertido en un referente en defensa de La Bombilla. Y es que no solo ha mostrado en redes sociales la belleza de su litoral y su propia relación con el mar, sino también critica la inversión realizada en la construcción de un muelle por la vía de emergencia en la época de la erupción que a su juicio ha supuesto un dispendio de dinero público.
«La escollera», atestigua, «la ha roto el mar varias veces; no tiene utilidad, porque ni hay calado para que atraque un barco, ya que es una zona de bajas y por eso hay olas para surfear». Él sospecha que en realidad se trata de «la cabeza de un proyecto mayor, un muelle para Puerto Naos».

«Ha sido todo una gran injusticia, pero he estado arropado por mucha gente no visible y es un alivio el archivo de la causa penal», concluye en la entrevista, y se despide rumbo al mar que, como decía el poeta, «es un viejo camarada de infancias».
